Si tuviéramos que explicar cómo se desarrolla el día a día de una persona, diríamos que, tanto despierta como dormida, está recibiendo estímulos. Esos estímulos pueden ser del exterior o pueden venir de nuestro interior (por ejemplo, el contenido de lo que soñamos). Como seres vivos, disponemos de un complejo sistema de recepción y procesamiento de esos estímulos, y en base a ese procesamiento, y a nuestras capacidades, estilos de afrontamiento y habilidades, se podrán producir distintas respuestas.

Estas respuestas en algunas ocasiones serán congruentes con el estímulo que hemos percibido y procesado, y en otras ocasiones, no. También, esas respuestas podrán ser saludables y beneficiosas para nosotros, y otras veces no. El que sean saludables y beneficiosas para nosotros, dependerá de nuestra experiencia previa y también de lo que hayamos podido trabajar nosotros en nosotros mismos. Es muy importante aquí tener claro que por muchas dificultades que hayamos tenido, no se pierde nuestra capacidad de aprendizaje.

El sistema que realiza el procesamiento es el sistema nervioso, aunque también es verdad que interviene tanto en la recepción como en el dar respuestas, siendo el núcleo más importante, el procesamiento. Nuestro sistema nervioso, y en particular, nuestro cerebro, dispone de miles de redes neuronales que se han ido creando y reforzando a lo largo de toda nuestra vida, por lo que dispondrá de caminos muy frecuentemente recorridos, que enlazan y generan conexión, y dispondrá también de lagunas. Esas lagunas se pueden ir conectando a través del aprendizaje y de la apertura a nuevos estímulos.

Esto es lo que sucede minuto a minuto durante todos los días de nuestra vida, en circunstancias que no son adversas para nosotros.

Sin embargo, cuando las circunstancias son adversas para nosotros, dependiendo del grado de adversidad, nuestro sistema nervioso puede no tener capacidad suficiente para poder procesar e integrar lo vivido. Si eso es así, estamos ante estímulos estresores con potencial traumático.

Un trauma no deja de ser una herida, una ruptura en ese continuum de procesamiento. Y se produce esa ruptura, porque el sistema colapsa, no tiene capacidad. Si no tiene capacidad, no puede procesar e integrar, y entonces, lo vivido quedará sin integrar, guardar y conectar, formándose islas que, al no estar conectadas, reclaman atención, o quedan bloqueadas y olvidadas. Si reclaman atención, nos encontraremos con flashbacks, con un revivir lo vivido, como si siguiera siendo nuestro presente, cuando en realidad es nuestro pasado.

Si quedan bloqueadas, olvidadas y/o aisladas, nos podemos encontrar con amnesia, y esta amnesia puede ir sin o con disociación. Adicionalmente, cuando se reproduce sin fin nuestro pasado en nuestro presente, sufrimos las respuestas fisiológicas congruentes con lo vivido, y que suponen una alteración y activación, en muchos casos, importante del sistema nervioso simpático (alteración del ritmo cardíaco, sudoración, cierre del sistema digestivo, respiración rápida y superficial, o cualquier otra respuesta fisiológica que pudiera ocurrirnos).

Esta ruptura o interrupción en el procesamiento puede ser de corto plazo, o puede extenderse en el tiempo. Dependiendo de este criterio temporal, nos encontraríamos en grados diferentes de trauma, siendo muy importante el síndrome de estrés postraumático (TEPT). Para poder hablar de TEPT es necesario que pasen al menos seis meses, que es el período temporal en el que se han desarrollado todos los síntomas asociados. Otros tipos de trauma serían el trauma por estrés agudo (entre unos días y un mes de duración), y las reacciones disociativas a sucesos estresantes (duran menos de un mes). También es importante hablar del trauma complejo, una categoría diagnóstica que no está recogida en el DMS-5.revisado de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), y que sí recoge la clasificación internacional de enfermedades (CIE-11). El trauma complejo deviene de haber estado expuesto a estímulos altamente aversivos de manera repetida y de los cuales no es posible escapar o siéndolo, es muy difícil.

Podrías preguntarte qué tipo de estímulos son aquellos que hacen que no se puedan procesar. Pues son estímulos que podríamos clasificar en dos grandes fuentes: interpersonales y externos. Los interpersonales tienen relación con los estímulos que surgen dentro de las relaciones interpersonales: abuso, maltrato, negligencia, intento de homicidio, terrorismo, y similares. Los estímulos externos tienen que ver con desastres naturales, accidentes, lesiones accidentales, pérdida de seres queridos y similares. La evidencia nos indica que los estímulos interpersonales tienen mucho más potencial traumático que los externos o no interpersonales. Y si esos estímulos interpersonales se dan en relación con las figuras de apego, sostén y cuidado, ese potencial se multiplica.

Para poder abordar una intervención terapéutica en trauma, lo más importante es considerar y analizar las dificultades que se presentan en el presente. No vamos a hacer arqueología y bucear en el pasado, que puede ser retraumatizante. Lo que se quiere saber es cuáles son las dificultades actuales y ver cómo sería nuestra vida sin esas dificultades actuales. Existen varias intervenciones terapéuticas con evidencia científica, recomendadas por las principales organizacionales internacionales que se dedican a revisar y analizar los protocolos de intervención: terapia de procesamiento cognitivo, terapia cognitiva, EMDR, y exposición prolongada. Dependiendo de la organización que se consulte, se puede considerar también la terapia breve estratégica.

Si has vivido situaciones difíciles, y sientes que no puedes con lo vivido, que tienes dificultades en el día a día, y que te gustaría vivir mejor, queremos que sepas que es posible. La mente humana tiene un potencial inmenso de generación de nuevas redes día a día, y nosotros como personas, tenemos capacidades y habilidades que, bloqueadas por lo vivido, ni siquiera conocemos. Tampoco te queremos trasladar un mensaje de que, haciendo una buena intervención terapéutica, lo vivido desaparecerá. No es así. Lo vivido, vivido está. La diferencia se encuentra en que, una vez realizada una buena intervención terapéutica, lo vivido se quedará en el pasado, y no seguirá influyendo en tu presente. Es más, quizá, puedas llegar a generar un aprendizaje significativo y valioso, que pueda llegar a dar sentido a tu vida. Esto último se llama crecimiento postraumático. En todo caso, el objetivo fundamental es el ya mencionado: que el pasado quede en el pasado, y que tu presente y tu futuro queden libres de él.

Si este artículo te ha parecido interesante, te animamos a compartirlo con quién creas que le puede interesar. También puedes consultar información adicional sobre una de las intervenciones terapéuticas que hemos comentado, EMDR, aquí. Si crees que te podemos ayudar, puedes ponerte en contacto con nosotros aquí.

 

 

 

Mi carrito
El carrito está vacío.

Parece que aún no te has decidido.

Ir al contenido